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En esta edición de la Cartografía literaria recordamos la Medellín de finales de los 80 y las cicatrices que dejó en todos nosotros. Héctor Abad Faciolince, con rabia contenida, camina las calles que minutos antes anduvo su padre, el médico Héctor Abad Gómez, encontrándose con su destino fatal. Esta carta de amor, clásico de la literatura colombiana, fue publicada bajo el título de El olvido que seremos. La obra autobiográfica es conmovedora: Abad Faciolince da testimonio sobre la vida académica, política y familiar de su padre, con una delicadeza especial que nos recuerda la posibilidad del horror que aún palpita en nuestras esquinas.
En el fragmento seleccionado, el autor detalla los últimos minutos de la vida de su padre, y el descubrimiento de la familia de lo que ya era una sospecha que se gritaba en voz alta. Tras recibir la noticia, el joven Héctor llega al sitio indicado para encontrarse con una advertencia cumplida.
La intersección entre la carrera Girardot (43) y la calle Argentina (57) es el escenario. Justo frente a la puerta de la sede de la Asociación de Institutores de Antioquia (Adida) está a punto de cometerse un crimen del que, hasta hoy, hay poca claridad sobre sus perpetradores. Abad Gómez había llegado hasta la sede para informarse sobre la muerte de Luis Felipe Vélez Herrera, líder sindical asesinado ese mismo día, en esa misma calle, al frente de la puerta del mismo sindicato.
«Dice uno de los testigos que una moto con dos jóvenes subió por la calle Argentina, primero despacio, y después muy rápido. Los tipos estaban recién peluqueados, dijo alguien más, con el pelo al rape típico de la milicia y de algunos sicarios. Pararon la moto al frente del sindicato, la dejaron encendida al lado de la acera, y los dos se acercaron al pequeño grupo frente a la puerta, al mismo tiempo que sacaban las armas de la pretina de los pantalones (...) Hacemos el mismo recorrido a pie que unos minutos antes habían hecho mi papá y Leonardo: la carrera Chile, voltear a la izquierda por Argentina, cruzar El Palo. Al acercarnos a Girardot, de lejos, vemos una multitud de curiosos alrededor de la puerta de una casa, la sede del sindicato. De entre el corrillo sale el mensajero que hace señas afirmativas con la cabeza, «sí, es el doctor, es el doctor». Corremos y ahí está, boca arriba, en un charco de sangre, debajo de una sábana que se mancha cada vez más de un rojo oscuro, espeso. Sé que le cojo la mano y que le doy un beso en la mejilla y que esa mejilla todavía está caliente. Sé que grito y que insulto, y que mi mamá se tira a sus pies y lo abraza».
Título: El olvido que seremos
Autor: Héctor Abad Faciolince (1958)
Editorial: Planeta
Año: 2006
Páginas: 243-244