Narrar a solas
Este es un libro de secreciones dentro de un ambiente plastificado. Aunque se titule Teoría de conjuntos (Editorial Libros del Fuego, 2024) el factor común de la mayoría de sus protagonistas o víctimas es la discordancia con el mundo que las rodea, a causa de ser lo que son, de habitar a fondo un cuerpo de mujer.
De la vida y sus abismos
Se le llevaron la risa (Sílaba, 2023), escrito por Blanca Inés Jiménez, me sumergió en las profundas honduras de la condición humana. Los quince cuentos que contiene son relatados con una prosa bellamente ágil y cautivadora: me atraparon instantáneamente y permitieron que me identificara con la vida de cada uno de sus personajes.
Cuentos cuentos
Cuentos guerrilleros, escrito por Esteban Roldán, es un libro donde el autor no tiene miedo de tomar riesgos y experimentar, combinando cuentos tanto de corte clásico como moderno. Algunos cortos, otros no tanto, de manera que la lectura se hace fluida. Para eso usa un lenguaje que en ciertos relatos es coloquial, mientras en otros es un tono más serio, o sea, que el autor mete de todo y todo lo maneja muy bien. Hay humor y la escritura es ágil. No se percibe en quien escribe la intención de lucirse o de impresionar al lector. Son cuentos muy creativos, uno lee unos cuantos y queda como sorprendido por el ingenio y se pregunta ¿de dónde sacó esto?
Testigo lunar, la recordadora que se nos regala
Los relatos de María Cecilia Carvajal Velasco no hacen referencia a los años vividos, sino a lo vivido en aquellos años, lo que hace de la cuenta y su contar no una suma, sino un tejido de recuerdos observados por la misma autora como si no fuera ella misma y como si sí lo fuera, lo cual enriquece el plano de los hechos con la reflexión, así, volver a flexar —desde la misma etimología de la palabra—: la autora se dobla y se desdobla, además, con esa entidad ficcional que presiente y que nombra «Ella»; salta de la apreciación sobre lo vivido a la invitación a vivir y revivir, se invita ella misma y resulta invitándonos a los lectores sin que sea intencional o haya sido ese su propósito.
Detener el tiempo
En ensayos y columnas, Pablo Montoya ha reiterado lo poco que los escritores colombianos se han atrevido a explorar la Roma antigua en sus novelas y cuentos. Sostiene que estas obras se juzgan, en ocasiones, como puentes hacia un pasado ajeno que permiten comprender mejor nuestro presente, o escapismos estéticos desbordados de pedantería. No son, pues, obras indiferentes para sus lectores. Causan escozor, desajustan la regularidad de las horas. Días cárdenos (Vásquez Editores, 2022), de Ányelo E. López Bedoya, hace parte de este pequeño grupo.
El amor que se resiste a perder su nombre
La sombra de tu paso, de Manuel Mejía Vallejo (1987), es una novela que, como toda su obra, ofrece y convoca a la memoria. ¿De qué? Del amor de Bernardo y Claudia, de Balandú, de la ciudad antes y en medio de las transformaciones de cara a la modernidad: «Entonces, recogí los pocos recuerdos que tenía, y salí con ellos; los fui tirando a lado y lado de mi camino de regreso, como si arrojara semillas. O simplemente arena».
Empantanarlo todo
Este ensayo fue severo traque en la jeta. Tocó justo los lugares más sensibles de lo que soy: el miedo al olvido, la preocupación por la memoria y el afán por guardar registro, la idealización del amor romántico, el sufrimiento por la ruptura de lo que creímos eterno o intocable, el miedo al fracaso, la creencia de que todo tiene sentido o de que todo ocurre por alguna razón.
A propósito de Número Cero y Umberto Eco
Hay autores que parecen tener en su haber todos los secretos de la seducción literaria. Son escritores que, con mencionar su nombre, despiertan una avidez que solo puede saciarse con dosis altas de buena literatura.
Una viudez compartida
He aquí una de las tragedias de los amores proscritos: ni el cariño ni el dolor se pueden expresar abiertamente porque son señalados e incomprendidos por la doble moral de la sociedad.
Desollar al conejo
La piel del conejo es suave y cálida, el conejo es un animal de apariencia tierna. Su piel se puede usar para rellenar muñecos de peluche o almohadas, por ejemplo. El narrador de estos relatos —en el cuento que da título al libro— la utiliza para su diversión y para llamar la atención. Pero ese mismo narrador también es con frecuencia la piel del conejo; y el evento que narra es el despellejamiento del paso inocente de la infancia a la adolescencia y, luego, a la adultez.
Un elogio a las cartas
Después de su sentida muerte, de la que supe a través de otros que la sufrieron con mayor pesar del que yo podía sentir en ese momento, Alfredo Molano Bravo revivió para mí con Cartas a Antonia (2020, Aguilar). Uso la palabra revivir por dos razones: la primera, porque considero que quien escribe cuenta con la posibilidad de volver a vivir cada vez que es leído —idea bastante cliché—. La segunda, tiene que ver con una mirada más íntima que le atribuyo a las cartas: composición libre y sencilla, pero no menos bella, que nos acerca a la experiencia del vivir del escritor con detalles cotidianos que contemplan en su esencia la poesía de los días.
El eco de los adioses
Hay libros que son como tener a alguien al lado con quien hablar, que dejan la sensación de una buena conversación. Hablemos de Adiós, pero conmigo (2021, Alfaguara), de Juan Diego Mejía, de los ecos que ha dejado en mí esta novela que me ha acompañado en las últimas semanas, de los vínculos que se forjan cuando se lee o se escribe ficción.