¡Conoce cómo hacer parte de Número Cero!
Juan Camilo Ortiz
—Toda gotera es discreta hasta que ya nada puede detenerla. El agua sabe ser paciente, no tiene prisa, se acumula, suma fuerzas, y entonces emerge: primero, imperceptible; luego, molesta y, finalmente, caótica.
»Es metódica, constante. Una gota de talento puede hacer la diferencia. Basta una gota de algo, lo que sea, para cambiar radicalmente todo: una gota de suerte, una gota de hambre, una gota que cae continuamente y hace doler en los lugares correctos, fractura, destruye. Solo necesita tiempo.
»Las primeras gotas después de un beso se acumulan y no tardan en convertirse en un caudal de ganas que no deja nada seco a su paso, nada tieso a su paso, nada en orden. Es igual en la comida: gota a gota los jugos de un limón, de aceite, de sangre invaden el resto y lo dominan.
»Una gota de esmegma, de semen, atraviesa un pequeño orificio en un condón y es suficiente para que dos vidas cambien. Una gota de sudor corriendo por un brazo ajeno se acerca a tu mano. La estrechez del transporte público no te permite huir, y el asco se convierte en desesperación. Tratas de moverte, pero es imposible. El sudor te toca y sientes las náuseas en el borde de la garganta.
»Una gota de licor toca la lengua de un atormentado, y de inmediato se abre un océano de culpa, un deseo intenso de ahogarse. Una gota, una maldita gota puede acabar con el hombre, con la humanidad, con todo. Una gota de locura en el hombre que aprieta el botón, que gira la llave del tiempo, y todo deja de correr. ¿Lo entiende?
—Sí, lo entiendo, ya le dije que lo entiendo. Como fontanero lo tengo claro, tiene una gotera y eso le molesta, pero no tiene que decirme todo esto, solo dónde tiene la gotera, la puta gotera, para que vea lo que es una fuerza caótica. Solo señale dónde tengo que golpear y romper, para canchar, impermeabilizar y sellar esa gotera que lo tiene en un estado tan lamentable.
El hombre mira al fontanero. Lo hace como quien ve a una especie de dios, a uno capaz de librarlo de la ira de sus vecinos, de la culpa de su torpeza, de su falta de interés. Lo mira como quien encuentra la paz a su desasosiego.
—Allá. —Señala al fin. El fontanero toma su martillo y lo estrella contra la pared. Es consistente, paciente, como una gota.